DIVIDIENDO AL INFINITO
Les deseo lo mejor en este jueves, hoy
quiero compartir con ustedes una de las
narraciones que en lo personal más me han provocado sentimientos al escribirla
y la cual no me canso de leer cada que tengo oportunidad.
La razón de ello es la fuente de la
inspiración del mismo relato, mis dos pequeños hijos.
En ellos veo el futuro y la esperanza
encarnada, ambos son el ideal al que algún día aspiro a llegar.
En la película Avengers, Loki el dios
nórdico de las travesuras le dice con soberbia al genio tecnológico Tony Stark:
"Yo tengo un ejército."
Y pleno de seguridad el alter ego de
Iron Man, le responde:
"Yo tengo un Hulk"
La imagen corresponde a lo que yo le
espeto ahora con convicción a cualquier ejército que
la vida me ponga enfrente.
"Yo tengo un pequeño Hulk"
Los hijos son temblores que sacuden
nuestra vida, sería absurdo no reconocer que su educación por momentos es
pesada y dejar de aceptar que a veces añoremos un poco como era nuestra
vida antes de la llegada del impacto de esos pequeños meteoros, pero como me
dice mi madre, con cada abrazo dado por ellos, te devuelven
incrementada la fuerza que te han robado.
Espero que les guste y que como yo terminen entendiendo que por más que dividas el infinito este sigue siendo infinito.
UNA FRACCIÓN DEL INFINITO.
Aquella casa, en la que la pequeña
Laura pasaba todas sus vacaciones invernales, con sus tres humeantes chimeneas
permanentemente encendidas, sus ventanas persistentemente adornadas con la
humedad condensada en sus cristales en los que tanto le divertía a la pequeña
realizar dibujos en compañía de su abuela, con la madera que revestía la
totalidad del piso y paredes, la cual parecía estar dotada de voz propia,
quejándose cada noche con sus crujidos,
con los viejos ornamentos de metal
colgados del techo, con los numerosos soldados de plomo que adornaban el
estante enfilados al lado de la interminable hilera de libros e incluso con el
permanente frío bosque que la rodeaba, parecía para la niña, sustraída de uno
de los relatos de fantasía que Sigfred, su adorado abuelo, le contaba en cada
ocasión que se le presentaba la mínima de las oportunidades.
Sigfred, aquel corpulento hombre de
apariencia osca a primera vista, entre muchas otras cosas constituía para la
pequeña, un enorme libro ambulante de magníficos relatos de un mundo
legendario, al que él llamaba muy familiarmente el Reino Etéreo.
Quizá era por la pasión con la que su
abuelo le había narrado cada una de aquellas historias o incluso por la
expresiva forma en que las contaba, haciendo parecer prácticamente que aquel
hombre hubiera sido testigo presencial de los hechos que describía con tanto
detalle, lo que hacía que Laura nunca hubiera evidenciando muestras de hartazgo
alguno ante todos aquellos relatos que había escuchado interminablemente una y
otra vez, nunca hasta esa tarde.
Su abuela había terminado ya de
desempacar las abrigadoras ropas y colocarlas en la cómoda que estaba al
interior de la habitación que siempre ocupaba parcialmente la pequeña en cada
visita a sus abuelos, porque
invariablemente noche tras noche terminaba durmiendo en el cuarto de
ellos, cuando le llevo a Laura un pequeño oso de peluche del cual la niña se
aferró mientras veía en la ventana como partía el automóvil en el que iba su
padre.
En ninguna otra ocasión en la que sus
padres habían dejado a la pequeña en aquella cálida cabaña en compañía de sus
amorosos abuelos, Laura había tenido aquel sentimiento, ahora no había dicha,
solo una terrible sensación de abandono.
Mientras la niña continuaba con la
vista perdida en el horizonte, Sigfred comprendió que Laura no había escuchado
con atención ninguna de las palabras que él había estado exclamando, ni
siquiera porque ahora, como en ninguna otra ocasión, había puesto especial
vehemencia en dotar a su narración de la mayor emoción posible, así que tras
pensarlo un poco se retiró hacia la cocina, cogió una de las tabletas de
chocolate que se encontraban en uno de los muchos botes que poblaban la nutrida
alacena y se dispuso a prepararla con leche y bombones, tal como le encantaba a
Laura, minutos después, cuando aquella bebida que se encontraba aún en la
hornilla comenzó a humear y aquel hombre consideró que estaba lista, la vertió
en dos tazas, que con ayuda de una charola llevó hasta donde estaba la pequeña,
en primer término la niña ignoró la presencia de su abuelo, pero luego atraída
por aquel olor, le dedico una rápida vista a lo que contenía la charola y no
pudo resistirse más a tomar una de las galletas de macadamia que le hacían
compañía a las humeantes tazas repletas de chocolate, entretanto el corpulento
hombre se sentó en el piso, el cual lanzó un crujido que pareció una queja, e
invito a la pequeña para que se sentará a su lado.
Mientras tomaron el chocolate y
acabaron con todas las galletas, no hubo diálogo alguno, solo una alegre
complicidad por estar compartiendo algo que a ambos les encantaba, cuando
Sigfred se percató que la pequeña había terminado con el último sorbo, tomó las
tazas, las acomodó en la charola y la dispuso al lado de ellos para tener ambos
brazos libres, con los cuales sin esfuerzo cargó a la pequeña para sentarla en
sus rollizas piernas, al tenerla ahí, le dio un fuerte abrazo, entonces Laura
comenzó a llorar, su abuelo no le dijo nada con palabras, le respondió
pegándola más a su pecho.
Cuando la pequeña se hubo
tranquilizado, el hombre le enjugó las lágrimas con su camisa de franela de
cuadros naranjas y negros, la pequeña se encontraba apenada, no quería explicar
la razón de su llanto, Sigfred le levantó el rostro y le dijo con esa ronca voz
que inexplicablemente para la pequeña sonaba como un dulce susurro:
“Hermosa, tú no tienes que explicarme
nada de lo que te pasa.”
Ella lo vio desconcertada, mientras el
hombre le dijo con una gran sonrisa:
“Acaso supones que le puedes esconder
algo a tu mejor amigo, nadie te conoce como yo.”
La pequeña volvió a llorar, mientras
abrazaba fuertemente a su abuelo llena de vergüenza, sin embargo ahora el
llanto fue más corto, cuando nuevamente se hubo calmado, él la alejó de su
pecho, la acomodó nuevamente en sus piernas para que la niña pudiera estar lo
más cómoda posible y entonces le dijo:
“Sabes quienes son los Zindagi.”
El escuchar respecto a una criatura del
Reino Etéreo de la que nunca antes había escuchado, capturó totalmente la atención de la pequeña, quien intrigada
respondió.
“No, nunca me habías hablado de
ellos.”
Como disculpándose el hombre le dijo:
“Bueno eso es porque nunca había
resultado tan necesario hablar de los Zindagi, como ahora.”
Después de una pausa que fue usada por
Sigfred para percatarse que la niña ahora le observaba totalmente intrigada, el
hombre añadió con vehemente teatralidad:
“Esta historia no tiene un nombre
formal, quizá porque los Zindagi son
seres que aún dentro del mismo Reino
Etéreo, permanecen en el anonimato, pero para fines prácticos, tu y yo podemos
por fin titularla el día de hoy como:
“LA FANTÁSTICA MANERA EN QUE LIF
CONSERVÓ UNA FRACCIÓN DEL INFINITO.”
Con ternura el corpulento hombre cargo
nuevamente sin esfuerzo alguno a la pequeña, llevándola ahora hasta la
confortable sala que se encontraba en la esquina derecha de la casa, en la cual
se situaba una de las chimeneas, la sentó en el sillón que estaba ubicado en el
sitio más cálido de aquella fría estancia, la cubrió con una gastada frazada y
se dirigió al centro, lugar desde el cual se encontraría con el espacio
suficiente para poder iniciar a contar aquella historia representando los movimientos
y gestos de cada uno de los personajes con una actuación que no solo resultaría
por demás interesante, sino divertida, sabiendo lo que venía, Laura comenzó a
aplaudir animada, mientras Sigfred, satisfecho de lo que había logrado,
alegremente comenzó con la narración:
El primero de los Zindagi.
Resulta por demás prudente y educado,
ya que vamos a hablar a conciencia de los Zindagi, relatar quienes son ellos,
establecer claramente como fueron creados y cuál es la sumamente preciada tarea
a la que se dedican dentro del Reino Etéreo, así la joven doncella Laura podrá
fácilmente comprender porque su existencia permanece en secreto incluso para la
gran mayoría del resto de los numerosos seres que habitan el conocido y amado
Reino del cual sobra volver a decir su nombre.
La pequeña aquí presente sabe a la perfección, como en muchas ocasiones se
lo ha dicho el valiente caballero Sigfred, quien resulta también ser su abuelo
que la ama con loca e irrefrenable pasión, que en toda historia que se precie
de resultar medianamente interesante, es sumamente importante que el narrador
deje claramente definido para quien lo escucha, el cuándo, el quién, el cómo y
el por qué, así que empezaremos con el cuándo si usted no presenta ningún
objeción respecto al tema.
Como es bien sabido para todos aquellos
versados en lo que hace a los temas del Reino Etéreo, este existe desde el
inicio de los tiempos y fue creado por la Magia, sus primeros pobladores fueron
Matka, la Reina de las Hadas y Älvor*, el rey de los Elfos, quienes procrearon
a cuatro hadas y a cinco elfos, uno de ellos, Hadi*, tuvo como vástagos a siete
dragones, cuando estos pelearon con el Majestuoso Protector Superior del Reino
Etéreo, de los restos de la batalla surgieron todos los demás seres etéreos, los
cuales siguieron poblando su mundo, hasta convertirse en lo que hoy es, sin
embargo y a pesar que la historia no lo registra, hay un ser aún más antiguo
que el Rey Älvor, la Reina Matka e incluso que el mismo Reino Etéreo.
Procedo a explicar lo que parece una
gran sinsentido, en un inicio, no había nada más en el universo que la Magia,
ella con su forma llenaba todo, algún
día y por motivos que no alcanzó, ni quiero comprender, ella decidió que
tomaría diversas formas con las cuales llenar aquello que le parecía vacio,
pero incluso ella, por extraordinario que parezca, en algún momento fue
inexperta y tenía que practicar, así fue que mucho antes de la creación de la
luz y la melodía con la que le dio forma
a Matka y Älvor, la Magia probó con diversos haces y diversos ritmos, pero no
lograba concretar ninguna creación, fueron muchos intentos y muchos aparentes
fracasos, en los que no logró crear más que una sustancia sin vida, a la que
con bastante frustración dejó sola en
ese lugar, después de incontables eones y es que por supuesto si algo le sobra
a la Magia es el tiempo, con ánimo recobrado volvió a intentar, ahora se
encontraba enriquecida con la anterior experiencia y fue de ese nuevo intento
que surgió todo el Reino Etéreo.
La Magia se sentía satisfecha con el
incalculable éxito de su creación y con el progreso que esta seguía por sí
misma, así que pensó que era momento de dejar de prestarle total atención y
dedicarse a un nuevo proyecto y justo cuando se disponía a crear el Reino
Corpóreo, percibió algo, un hecho inusitado que le maravilló como nunca antes
le había maravillado nada.
A menos que la joven doncella Laura
opine lo contrario, el caballero Sigfred considera que ha quedado totalmente
delineado el cuándo de esta parte de la historia, así que continuaremos con el
quién, el cual empezara a definir por si solos al cómo y al por qué.
La Magia volvió totalmente su
percepción a la sustancia primigenia que por tanto tiempo había dejado, lo que
vio fue una fantástica revelación, la sustancia ya no estaba, en su lugar se
encontraba el más magnifico ser, era parecido a un vigoroso niño, su piel era
de color claro como la tez de las hadas, por supuesto con excepción de la de la
Princesa Löria, quien tiene la tez bronceada como la tienen todos los elfos,
con la excepción del Príncipe Szlachta, el cabello de aquel niño era largo y ondulado, de color castaño, su gesto
era adusto hasta que vio a la Magia, fue entonces que le sonrió de una manera
en que la
Magia quedó totalmente cautivada
ante aquel ser, a quien cargó y
arrulló llamándolo Lif, mientras lo veía, se maravilló aún más, al tener
conciencia que Lif era su primer hijo, una
maravillosa manifestación de cómo la vida prevalece y se abre
camino.
Etretanto lo llevaba con ella y Lif
dormía, éste no dejo de sonreírle, mientras ella no paró de decirle cuanto lo
amaba.
La Magia no quería separarse tan pronto
de Lif, así que antes de llevarlo con Älvor y con Matka, decidió que él la
acompañara a la creación del Reino Corpóreo, la
tarea fue tan ardua que la Magia se encontraba muy agotada y solo pudo
crear estrellas y enormes rocas sin vida alguna, cuando contemplaba su creación
con cierta frustración, Lif se postró en una de las rocas, de pronto, surgió un
milagro, era tanta la vida que había en el pequeño que éste la irradiaba,
llenando toda aquella enorme roca con este prodigio.
Mientras la vida surgía en el Reino
Corpóreo, Lif y la Magia danzaron y jugaron durante largo tiempo.
Finalmente llego el momento de integrar
a Lif al Reino Etéreo, pero cuando la Magia lo llevó ante Matka y Älvor, estos
no pudieron verlo, como tampoco pudo verlo ninguno de los Elfos, las Hadas, ni
ningún otro ser.
Lif parecía ser invisible para todos,
excepto por supuesto para la Magia, ella intentó revocar dicha situación, pero
por circunstancias que le resultaron desconocidas, la Magia no pudo hacerlo,
fue tan frustrante para la Magia, quien lo es todo, el no poder cambiar algo,
que se entristeció por primera vez, entonces Lif la vio, se acercó a ella y le
sonrió, cuando la Magia vio a aquel niño que representaba a la vida misma,
comprendió que había sido ella quien quería que permaneciera invisible para el
resto, pero no por un acto egoísta, sino como un acto de amor, la Magia quería
proteger a su hijo, quien poseía un talento único, el cual jamás se volvería a
producir en el Reino Etéreo.
Lif era la vida y podía llevarla a
otros, una cualidad que le podía acarrear envidias, incluso por parte de los
noble Elfos y las generosas Hadas, la
Magia buscaba una solución a aquel dilema cuando Lif se le acercó y le pidió no
preocuparse por él, le dijo que él se encontraría lleno de dicha mientras pudiera
compartirla con otros, la Magia le acarició y le dijo:
“Si eso te hace feliz, entonces lleva
la vida a todos los rincones, hijo mío, mi más grande creación, mi único
Zindagi.”
El invencible Tiden.
Percibo cierta tristeza en la noble
Laura, no debe ser así mi pequeña princesa, te aseguro que Lif no permaneció
solo por mucho tiempo, bueno mucho tiempo en términos de
los inmortales, pero
no nos adelantemos,
por ahora tan importante y
decente como haber señalado quien es
Lif, lo es también relatar, antes de continuar con esta historia, quien es
Tiden*, aunque es prudente advertirte
que insólitamente él comenzó siendo un que y terminó siendo un quien.
Volvemos a los cuándos, haciendo
primero unos necesarios comentarios introductorios que espero no le resulten a
esta doncella demasiado tediosos, en la historia de los Elfos, según narra la “Gran Enciclopedia ilustrada de Gestas,
Héroes y Seres del Reino Etéreo”, que escribió un Elfo del cual no recuerdo su
nombre, ha habido cuatro grandes conflagraciones bélicas; “La Primer Guerra
Elfica”, “La Sombría Batalla del Lago”, “El Linaje del Dragón” y “La Noche Más
Larga”, claro también se cita la Gran Batalla por venir, pero como su pomposo
nombre lo deja claro, aún no ha ocurrido, así que comparto el criterio del
autor de la enciclopedia en que no debe tomarse aún en cuenta al
contabilizarlas, así que dicho esto, salvo tu mejor opinión, fin de la
introducción.
En el periodo que comprende “El Linaje
del Dragón”, guerra que enfrentó a todo el Reino Etéreo con los voraces
descendientes de los vástagos de Hadi, en una de las numerosas batallas
ocurridas durante tal conflagración, el Rey Älvor personalmente luchó contra Lord Hadi Syn*, el autoproclamado rey de los
dragones, la lid terminó en lo que podríamos señalar como un empate, pero la
magnífica armadura que el rey llevaba, la cual estaba hecha de cobre de Gnomo,
resultó gravemente dañada, al punto de quedar totalmente inservible, cuando el
rey regresó a Älfheim*, solicitó a todos los herreros una nueva y más
resistente armadura, lo cual resultaba en particular difícil, porque hay que
mencionar que el cobre de gnomo es el material más resistente que pudiera
conseguirse en todo el Reino Etéreo, con excepción del hierro de los Mouros,
pero nadie, ni siquiera el mismo Älvor, había encontrado a donde se habían
dirigido estos para apartarse del resto de los seres etéreos.
Muchas armaduras fueron llevadas hasta
el palacio, pero ninguna de ellas logró pasar las pruebas a las que Älvor las
sometía, el rey necesitaba con apremio regresar a la batalla, pero requería un
medio para soportar los ataques de Lord Hadi Syn, así que ofreció otorgarle su más preciado
deseo a cualquiera que pudiera llevarle lo que tanto ansiaba.
Lo que nadie podía saber, era la razón
por la que nunca se había podido hallar a los Mouros durante incontables eones,
pero antes de continuar, debo admitir que en este punto he llevado la narración
a una situación que vuelve excepcionalmente urgente hacer una pausa para
explicar quienes son los Mouros.
Ellos como prácticamente todos los
seres etéreos, también nacieron de la niebla originada de las lágrimas de la
madre Matka y del fuego de los dragones, por tanto no es su origen lo que los
dota de singularidad sino una característica muy especial en su carácter,
físicamente no distan mucho de los Elfos y las Hadas, salvo que los hombres
mouros son de piel más obscura que los Elfos y las mouras son de tez clara como
la de las Hadas pero sin excepción tienen el cabello del color del fuego.
Es en su peculiar personalidad en donde
radica el rasgo que los hace únicos, y es que son obsesivamente acuciosos con
las tareas que desempeñan, al punto de dedicar su vida entera al trabajo
dejando de lado cualquier actividad lúdica, a las que dichos seres no les
encuentran ningún provecho, como resulta obvio esa singularidad les hacia tener
un mínimo trato incluso entre ellos salvo para actividades laborales,
apartándoles totalmente del resto de los seres que poblaban el Reino.
Pronto su fama como los mejores
orfebres, mineros y forjadores se extendió, al punto que todos ambicionaban
tener en su poder un objeto que hubiera sido creado por las manos Mouras, tal
asedio llego al punto en que los esquivos Mouros, un día sin aviso,
desaparecieron del Reino Etéreo, dejando dentro de su antigua morada, como una
burla para todos aquellos que iban a ambicionarlo sin poder nunca obtener algo
similar, un último legado, una hermosa
espada hecha de un material indestructible al que se le llamó acero de Mouro.
Sin embargo aquel último acto, lo único
que hizo fue avivar la búsqueda del sitio adonde los Mouros habían partido.
Aclarando su identidad, podemos
proseguir develando el misterioso paradero de los Mouros, quienes habían huido
al aquel entonces inhabitado Smrt*, que como bien sabes es como los seres
etéreos llaman al lugar en que vivimos, refugiándose en las más profundas
cuevas de aquel joven mundo, en donde encontraron no solo la soledad que
buscaban sino también una gran reserva de minerales con los cuales alimentar su
pasión por el trabajo.
*Smrt (esmirt)
Cuando la noticia de la oferta que
ofrecía el Rey Alvör llegó hasta Smrt,
prácticamente todos los Mouros la
ignoraron, con excepción de una joven de nombre Evanxelina*, quien sabía que
Alvör podía entregarle algo que su
pueblo anhelaba, sin embargo nadie hizo eco a su propósito, por lo que tuvo que
allegarse de la ayuda de un Gnomo de nombre Alfrigg.
Evanxelina y Alfrigg trabajaron sin
descanso, pero a pesar de juntos lograr notables adelantos en las técnicas
hasta ese entonces conocidas en la metalugia por Mouros y Gnomos, el resultado
seguía dejando inconforme a Evanxelina, por lo que Alfrigg al ser el primero de
ellos en reconocer su desconocimiento del arte de la guerra, sugirió que debían
ahora asesorarse por un maestro de las armas.
Mientras esperaban la llegada del joven
Elfo que les ayudaría a conseguir su anhelado propósito, una noche vieron como
un singular cometa golpeó a la luna, arrastrando hacia la tierra una
considerable cantidad de materia lunar, que al caer envuelta en llamas, se
fusionó con aquel meteorito, cuando Alfrigg consideró que aquel material se
había enfriado, llamó a Evanxelina y juntos se acercaron hasta él,
sorprendiéndose al ver que reflejaba la luz en la misma forma en que lo hacia
la luna, impactados ante la belleza de aquel material, se quedaron sin habla al
imaginar en conjunto que si aquella materia no solo brillaba de manera
singular, sino que también resultaba ser única en su resistencia, por fin
habrían descubierto con que forjar un armadura aún más poderosa que cualquiera
que hubieran podido construir con hierro
de Mouro y cobre de Gnomo, de tal forma ambos tendrían aquello que tanto
anhelaban.
Cuando el viejo conocido de Alfrigg
llegó a Smrt, Evanxelina pronto notó que todo lo que el Gnomo había dicho de él
era cierto, pues sabía todo cuanto se podía saber de armas.
Se trataba de un joven elfo,
proveniente de Uskyldighel*, llamado Svaerd, quien revisó concienzudamente
aquel material, intentó dañarlo con cuantas armas conocía sin poder lograrlo, los ahora socios llenos de
dicha se dieron cuenta de lo que aquello significaba, trabajaron arduamente en
forjar la más imponente armadura de la cual se pueda tener memoria.
Svaerd cumplió su más ansiado sueño,
fue nombrado primer caballero de la ciudad de Uskyldighel y por fin marchó a la
guerra, el Gnomo pidió su peso en oro, lo cual no es poco, porque debo decir
que se trata en verdad de un Gnomo bastante rechoncho que hasta la fecha y a
pesar de una vida de lujos, no ha podido darle fin a su fortuna, pero el más
singular de los anhelos fue el de Evanxelina, quien le otorgó a su pueblo
aquellos que más había deseado.
A petición de la Moura, el Rey de los
Elfos, ordenó retirar de Smrt cualquier objeto construido por la raza de
Evanxelina, incluso le entregó a la joven, la singular espada de hierro de
Mouro, ordenando también que fuera borrado cualquier mención de aquel peculiar
pueblo, en cualquier registro histórico del Reino Etéreo.
Así sin ningún vestigio ya de ellos,
pronto el recuerdo de los Mouros
desapareció de las corrientes del tiempo, como un susurro que es
arrastrado por el viento.
El Rey Älvor no dejaba de contemplar aquella maravilla,
los grandes guerreros suelen usar un nombre para llamar a las queridas espadas
que serán sus inseparables compañeras de gestas, por lo que pensó que aquella
armadura bien merecía aquel honor, así que la llamó Tiden, juntos Älvor y Tiden
marcharon a la batalla.
En las costas de una isla de exuberante
vegetación, llamada Örken*, se llevó a
cabo la que resultaría ser la batalla final entre los Elfos y el linaje del
dragón, portando a Tiden el Rey no solo derrotó a Lord Hadi Syn, sino que
prácticamente ganó por si solo la guerra, lo singular de aquella batalla fue
que en el desarrollo de la misma, Älvor, descubrió que Tiden no solo resultaba
prácticamente indestructible sino que con ella podía controlar las mareas y
bloquear al sol para sus enemigos.
Al final de la batalla, mientras el Rey
Älvor en señal de victoria sostuvo en lo alto el inerte cuerpo del rey de los
dragones, pudo notar en la particular forma en que el resto de las Hadas y
Elfos que conformaban su valeroso ejército, con la notable excepción del
Majestuoso Protector Superior del Reino Etéreo, contemplaron a su victorioso rey,
que no solo había en ellos orgullo y satisfacción por el fin de la guerra, sino
que había algo que antes solo había percibido en Hadi.
Cabe aquí hacer una pequeña pausa para
decir algo que será muy importante más adelante para el desarrollo de nuestra narración,
los dragones en su desesperación ante lo adverso que les resultaba la batalla,
arrasaron con cualquier vestigio de vida en Örken, desde ese momento la isla
fue el más estéril de los parajes.
De regreso en Alfheim, donde Tiden era
exhibida en el salón principal del palacio, el Rey comprobó la codicia
despertada en su ejército por su singular armadura, sabedores que a aquel que
la portara, Tiden lo convertiría en un guerrero prácticamente invencible,
muchos fueron los que intentaron obtener aquel portento para sí mismos, pero
siempre fueron frenados por el Majestuoso Protector Superior del Reino Etéreo.
Cansado de presenciar la miseria que
representaba aquella codicia, con suma tristeza en su corazón, el Rey
decidió deshacerse de Tiden, sin embargo aunque pudiera, no deseaba destruirla, así que por consejo
de la Reina Matka, la llevó a un lugar, al que él sabía no regresaría nadie
más, lleno de tristeza Älvor se compadeció de aquel extraordinario objeto que
ahora permanecería como un majestuoso
monumento que no podría ser admirado por nadie, en el transcurso de la
eternidad.
La desolación de Örken.
La mañana después a la batalla de
Örken, el único Zindagi estaba particularmente triste, la idea de llevar vida a
cualquier sitio era lo que le había
proporcionado la fuerza para sobrellevar su soledad, sin embargo ese día en
Örken, contemplando como la otrora hermosa isla se encontraba carente de
cualquier vestigio de vida, sintió que
su existencia carecía de cualquier sentido, se alejó de ahí, no podía hablar
con nadie, nadie podía reconfortarlo más que la Magia, pero por primera vez en
la eternidad no quería tener ningún
contacto con ella, cuando el día estaba por terminar y Lif más triste se
encontraba, escuchó quedamente una voz en su interior, por supuesto supo de
quien se trataba, nadie más podía hablarle, pero se negó a responderle, no
podía entender porque la Magia no solo lo había condenado a esa vida de soledad
sino que ahora también permitía que destruyeran lo único que le daba una razón
a su ser, la Magia no cejó y le habló más y más fuerte, hasta que Lif no pudo
evitar responderle.
Su creadora solo le había estado
repitiendo un nombre, Örken, entonces antes de echarse a dormir, con inusual
desgano, Lif le dijo a la Magia:
“Mañana cumpliré con mis obligaciones y
llevaré vida hasta esta isla, ahora sé que eso es lo único que quieres de mi.”
El primer Juego.
Esa mañana la tristeza se había ido
completamente, al contemplar el paisaje Lif estaba en verdad muy satisfecho de
la esmerada labor que había realizado, había puesto especial dedicación en la
forma en cómo la vida inundaría plenamente la isla nuevamente, ahora había en
ella especies de árboles, arbustos y flores que no había en ningún otro sitio de ambos reinos, incluso
las espinas de ese lugar tenían una singular belleza, también ahora había aves
y roedores que no había colocado la primera vez que le regaló vida a aquellas
tierras.
Al mediodía justo cuando se disponía a
retirarse, Lif decidió regresar a brindarle un último vistazo a algo que había
llamado poderosamente su atención desde que llegó a la isla, incluso antes de
iniciar con su labor había pasado un largo tiempo contemplando aquel enorme
objeto que yacía en el medio de la ínsula, preguntándose quién pudo haber sido
el que puso esa brillante armadura en medio de
esa inhóspita tierra, el Zindagi volvió
a jugar un rato con ella, colocándola en diversas posiciones que luego el
imitaba, hasta que aburrido dio la vuelta y se alejó de Tiden.
En el momento en que estaba a punto de
abandonar la isla, Lif sintió como la tierra retumbaba ante el efecto de
poderosos pasos, volteó hacia el
horizonte y muy molesto se percató que fuera lo que fuera aquello que se
acercaba estaba derribando a su paso los arboles que con tanta dedicación había
creado, decidido a encarar a cualquier cosa que aquello fuera, voló a su
encuentro, cuando por fin vio a quien tanto enojo le provocó, Lif se quedó sin
palabras, era Tiden quien venía corriendo directamente hacia a él y quien al
ver al Zindagi le gritó fuertemente:
“A jugar.”
El estupefacto Lif se quedó pasmado
ante aquella armadura parlante, la que al ver que el pequeño no reaccionaba,
empezó a tomar cada una de las posiciones en las que antes el Zindagi lo había
colocado, por fin Lif pudo responder, pero no lo hizo con palabras sino con una
enorme carcajada.
Ambos jugaron todo ese día, sin
descanso saltaron, bailaron y cantaron hasta que exhaustos terminaron
rindiéndose ante el tremendo sueño que ambos sentían.
Aquella fue la primera vez en que Tiden
durmió, la experiencia fue tan reconfortante, que de buena gana lo hubiera
seguido haciendo, sino hubiera sido porque a la mañana siguiente sintió un
pequeño y persistente golpeteo en su cabeza, cuando por fin pudo abrir los
ojos, lo primero que vio fue al pequeño Lif, quien se encontraba parado sobre
su pecho dándole esos golpes en su cabeza con sus pequeñas manos, cuando el
Zindagi vio que por fin sus intentos por despertar al gigante habían dado
resultado lleno de dicha le sonrió y le dijo con una evidente emoción.
“A jugar.”
A pesar que Tiden, tuvo conciencia que a partir de ese momento nunca
podría dormir plenamente, no podía imaginar ser más feliz, pues a pesar que el
ya existía previamente, quien verdaderamente lo llenó de vida fue el pequeño
Lif.
Los inseparables amigos
invariablemente jugaban cada día, desde
la tarde hasta el anochecer, uno de los juegos favoritos de Lif era ir al mar
mientras Tiden hacia que la marea lo golpeara suavemente, a veces para el
pequeño bastaba únicamente con sentarse a la orilla de la playa mientras veía
sin cansarse como Tiden provocaba altas mareas que se estrellaban contra las
riscos y la arena, invariablemente cuando aquello ocurría el pequeño le decía.
“Más, más.”
Para el enorme titán, el que algo que
el hiciera repetidamente fuera tan festejado por Lif, al grado de parecer que
lo presenciaba por primera vez en cambio de resultar tedioso, en verdad lo honraba,
al llegar la noche, Lif rodeaba con sus pequeños brazos a Tiden, hasta que
ambos se quedaban profundamente dormidos.
Mientras soñaba, Tiden seguía haciendo
que las olas golpearan con cadencia los riscos y la arena, haciendo que la
materia de aquel océano se fuera invariablemente mezclando con los minerales y
demás elementos de la playa.
La intrusa.
El tiempo pasó, sin que los alegres
amigos lo notaran, hasta que los eventos de “La Noche más Larga” ensombrecieron
al Reino Etéreo, entonces Älvor llegó
hasta la isla por su armadura de batalla pero sorprendido vio como ésta había
cobrado vida, el Rey no podía ver a Lif, así que creyó que Tiden se encontraba
solo, le explicó el peligro que acechaba a toda la creación y lo convocó a
pelear por su causa, con tristeza Tiden aceptó la obligación, se despidió
momentáneamente de su amigo prometiéndole que pronto regresaría para que
volvieran a jugar, mientras lo hacia
Älvor lo consideró un poco loco al contemplarlo hablándole a la nada,
Tiden dejó tras de sí la alta marea, para que Lif no se aburriera tanto en su
ausencia.
Mientras el gigante no estaba, ante la
atónita mirada de la Magia las olas siguieron golpeando con fuerza las rocas y
la arena, depositando ahí la materia que por sí sola se fue transformando en
una maravillosa y singular sustancia.
Al cabo de un tiempo la guerra cesó y
los amigos se reunieron nuevamente jugando como si fuera la primera vez que lo
hacían, nunca se habían divertido tanto, rendidos cayeron presas del sueño, a
la mañana siguiente Lif se despertó antes, pero ahora no levantó a Tiden, había
estado planeando un nuevo juego y fue a recolectar los elementos que
necesitaría para él, partió hacia el interior de la selva sin sospechar que a
su regreso lo esperaba un evento maravilloso.
Cuando Lif regresó hasta la costa
desbordando alegría, arrastrando todo lo que había estado buscando para
construir una especie de muros que les servirían a ambos como trincheras desde
las cuales el pequeño había planeado que Tiden y él pudieran lanzarse
proyectiles de lodo, vio como el titán jugaba alegremente con una pequeña niña,
consternado corrió hasta donde estos se encontraban, cuando estaba más cerca de
ellos frenó su marcha para ver con detenimiento quien era aquella pequeña que
tenía la total atención de Tiden y que parecía estarse divirtiendo tanto con
él, la observó por un tiempo para comprender si aquello era real o se trataba
solamente de una especie de sueño, pero al cabo de un tiempo tuvo que
convencerse finalmente que aquella pequeña de claro cabello, ojos verdes y tez
blanca, era tan real como él, como Tiden y como todo lo que había en Örken.
En el momento en que el gigante lo vio
se alegró por la llegada de su amigo y con vehemencia lo llamó a sonoros gritos
para que Lif se uniera al juego, sin estar del todo convencido el Zindagi se
acercó pero no quiso jugar con ellos, no dejaba de ver con desconfianza a
aquella pequeña intrusa que tanto parecía divertir a Tiden, por lo que
ignorando a la niña Lif le mostró con emoción a su amigo lo que había estado
llevando hasta la playa durante toda la mañana, explicándole para que quería
todos esos materiales, impresionado ante aquella idea tan divertida el titán
comenzó la construcción de lo que serían las pequeñas fortificaciones en las
cuales jugarían, Lif volvió a recuperar toda la alegría al constatar que su
idea había emocionado tremendamente a
Tiden, pero esta se terminó cuando el gigante invitó a jugar con ellos a la
pequeña.
Lif había ideado todo aquello para
ellos y para nadie más, así que muy molesto comenzó a derribar lo que ya habían
construido, corriendo después a internarse a la sombra de las palmeras que
rodeaban la playa, consternado por un momento Tiden pensó en correr tras él,
pero consideró que Lif debía tener su propio espacio para recapacitar respecto
a su conducta, sin embargo la que no pudo contenerse fue la pequeña quien
corrió tras el Zindagi tomándolo de una de las manos mientras lo invitaba a
jugar con ella, groseramente Lif rechazó la invitación y se sentó en la arena,
la pequeña se lo quedó viendo y al cabo de un tiempo se sentó a su lado, él sin
levantarse muy molesto se alejó de ella y con hartazgo comenzó a lanzar
piedras, intentando que estas llegaran hasta uno de los troncos que momentos
antes había estado arrastrando, la pequeña se lo quedó viendo nuevamente, luego
cogió unas piedras y también las lanzó hacia el tronco, como era más pequeña no
tuvo la fuerza suficiente para que sus lanzamientos llegaran hasta su destino, Lif
la vio burlonamente y le dijo:
“No lo estás haciendo bien.”
La niña lo vio extrañada, sin
responderle nada, le sonrió, lo que provocó la molestia de Lif, quien le dijo
mientras volvía a lanzar una de las piedras:
“Así es como se hace, pero tú no puedes
hacerlo este es mi juego.”
La pequeña volvió a intentarlo, ahora
con más fuerza, logrando conectar con el tronco, llena de satisfacción sonrió y
volteó a ver a Lif esperando su aprobación, pero este muy molesto le gritó:
“Has arruinado mi juego, ya no quiero
hacerlo más.”
Entonces Lif con desgano dejó caer la
piedra que tenía en su mano, corrió hacia un arroyo y comenzó a chapotear
sonoramente en el mientras llamaba a gritos a Tiden para que fuera hasta ese
lugar a jugar, pero antes que el titán pudiera moverse, la que acudió al
llamado fue la pequeña quien sonriéndole con admiración a Lif comenzó a
chapotear alegremente como él lo hacía, furioso el Zindagi salió corriendo del
arroyo mientras le gritaba:
“Es qué no puedes dejarme en paz.”
Extrañada, la pequeña se quedó un
momento en el agua mientras seguía chapoteando, pero sin Lif allí aquello no le
pareció nada divertido, así que fue tras del Zindagi quien ahora estaba
bailando enfrente de Tiden, el titán recién se había puesto de pie para comenzar
a imitar los cómicos movimientos de Lif pero antes de que pudiera hacerlo, fue
la pequeña quien empezó a seguir cada una de las posiciones que Lif adoptaba
mientras Tiden los vio y sonrió dichoso, Lif se molestó tanto que sin aviso le dio un fuerte empujón a la pequeña, el
cual la dejó tendida en la arena entonces de pie a su lado Lif le gritó
furioso:
“Deja de seguirme, no quiero que imites
lo que yo hago entiende de una vez que no te quiero aquí.”
Tras un momento, en que la niña lo vio
estupefacta, las lágrimas comenzaron a brotar irrefrenablemente de sus hermosos
verdes ojos, entonces Lif salió corriendo de ahí mientras refunfuñaba molesto:
“No te quiero aquí intrusa, has
arruinado el que iba a ser un día perfecto.”
Otro milagro de la vida.
En el momento en que Tiden iba a
levantar a la pequeña para consolarla escuchó un susurro que le pidió
cariñosamente que no lo hiciera, el titán se apartó para dejar que la Magia se
manifestara y levantara a la pequeña con un tierno abrazo, la niña dejó de
llorar mientras amorosamente la Magia le arrullaba y le decía:
“Eres maravillosa pequeñita, un milagro
de la vida, tal como lo es Lif.”
A la distancia, Lif vio como Tiden y la
Magia abrazaban consolando a la pequeña, sin poder comprender del todo que era
ese extraño sentimiento que no podía abandonarlo, comenzó a llorar mientras
pensaba que aquellas muestras de amor que la pequeña le estaba robando deberían
ser solo para él, mientras sus lágrimas hacían contacto con el piso la tierra a
su alrededor fue secándose volviéndose tan árida como lo era antes.
Al presenciar como la vida comenzaba a
abandonar aquella isla que se había convertido en su hogar y a la que tanto
amaba, Lif se entristeció más y su llanto se hizo imparable provocando que el
terrible efecto se extendiera aún más, para cuando la pequeña se percató de lo
que ocurría le pidió a la Magia que le dejara hacer algo, la niña corrió hasta
donde Lif estaba, se paró frente a él e intentó reconfortarlo sonriéndole
dulcemente pero el pequeño la ignoró totalmente con la cabeza aún metida entre
sus rodillas, entonces desesperada la pequeña se inclinó, levantó con sus
pequeñas manos la cara de Lif y le dijo llena de amor:
“No llores más pequeño Lif, a pesar de
todo lo que te amo me iré pues yo he sido
quien ha provocado tu tristeza.”
La niña se recostó a su lado y comenzó
a desvanecerse poco a poco sin decirle nada más, cuando Lif se percató de lo
que sucedía, de inmediato dejó de llorar y alarmado llamó a la Magia pidiéndole
que evitara aquello, suplicándole a gritos:
“Por favor ayúdala, no quiero que le
pase nada a la pequeña.”
La Magia se manifestó al lado del
pequeño Zindagi, acarició su rizado cabello y le dijo:
“Ella es Bizi, una Zindagi, un milagro
de la vida tal como lo eres tú, será solo hasta que comprendas el alcance de
una fracción del infinito cuando verás lo felices que ambos serán.”
Entonces sin ningún aviso la Magia se
fue, desesperado Lif le pidió a gritos que regresará, no había entendido lo que
quiso decirle, necesitaba a su amorosa madre para ayudar a la pequeña que se
desvanecía sin remedio, impotente Tiden se había acercado hasta donde estaban
los dos pequeños Zindagis, desesperado por no saber cómo ayudar, sumido en una
inmensa tristeza la gigante armadura vio como la pequeña seguía disipándose,
entonces volteó directamente a los ojos de Lif intentando reconfortarlo y
diciéndole que aquello no era su culpa.
El Zindagi ansiaba más que nada evitar
aquella tragedia, quería infundirle vida a la pequeña pero no sabía cómo hacerlo,
entonces desesperado le dirigió a Tiden una mirada que le señaló toda la
aflicción que sinceramente albergaba su ser, en el instante en que el gigante
se la devolvió, Lif no pudo encontrar en ella ninguna clase de reproche, por el
contrario en la forma en cómo el titán lo veía solo se encontraba el infinito
amor que aquélla armadura viviente le profesaba.
En el momento en que Lif se percató de
como Tiden estaba sufriendo por no poder salvar a la pequeña a quien dirigía la
misma amorosa mirada que le regalaba a él, Lif sintió un enorme remordimiento,
recordó con dolor todo lo acontecido aquel día, como aquélla intrusa jugaba con
Tiden, como aquella forastera era arrullada amorosamente por la Magia y como a
pesar de tratarse de una extraña, ella lo había visto con un sentimiento mezcla
de admiración y amor, idéntico al que sentía en la miradas de Tiden y la Magia.
Él en cambio, en todo momento la
rechazó, le gritó, le empujó y la despreció.
Incluso ahora a pesar de la forma en
que Lif se había conducido, ni Tiden ni la Magia lo habían recriminado como se
lo merecía y sobre todo había algo demasiado valioso que el Zindagi debía
reconocer totalmente pues en ningún momento y a pesar de la presencia de
aquella intrusa los seres que más amaba habían dejado de obsequiarle la mirada
que el tanto atesoraba y con la cual lo habían contemplado siempre.
Fue entonces que el Zindagi con alegría
comenzó a percatarse de la verdad que se había negado a reconocer, pues era
innegable que si bien ahora Tiden y la Magia le otorgaban también a aquella
pequeña muestras de un infinito amor, éste seguía permaneciendo inmutable para
él, pues durante el transcurso de ese día y a pesar de la presencia de aquella
extraña, en la manera en que los seres que Lif más amaba le habían visto, le
habían tocado y le habían hablado, seguía inmutable ese mismo ilimitado amor,
presente en sus ojos, su voz y sus manos.
Lif estaba lleno de vergüenza, entonces
volteó a ver a la pequeñita que estaba a punto de desvanecerse por completo y
por primera vez cuando sus miradas se cruzaron en pleno el Zindagi la observó
en forma diferente.
El vivía en ella y ella en el, eran un
exacto reflejo el uno del otro, entre ambos existía una armonía que ni siquiera
en Tiden, ni en la Magia Lif podía hallar, entonces el pequeño comprendió todo.
El único ahí que se había comportado
como un extraño, era precisamente él, un necio que no había podido antes
comprender la magnitud del inmenso amor
que la Magia y Tiden sentían por él
y el cual pesar de ser dividido ahora
para aquella pequeña, no le estaban privando de nada, nada le estaba siendo
robado, porque una fracción del infinito sigue siendo infinita.
Lleno de aquel inagotable sentimiento
el pequeñito dio un beso en la frente a su hermana, la tomó de la mano y le
levantó de la arena, sabía que él era el único ahí que no había demostrado amor
y estaba totalmente decidido a cambiar eso.
No imagino mejor cosa que decirle de
todo corazón a su hermana para representar todo su arrepentimiento que
invitarla con un sonoro grito originado desde lo más profundo de su interior:
“¡A jugar!”
A pesar de aquella llamada, la pequeña
Bizi no reaccionó, entonces Lif la soltó y se dirigió a toda prisa a la playa,
desde donde empezó con todas sus fuerzas a dar de brincos divertidamente con
una mano en alto mientras cantaba lo más fuerte que podía, no dejó de hacerlo
con tal frenesí hasta que vio a la pequeñita sonreír, entonces regresó hasta
ella, la tomó de la mano y comenzaron a correr en círculos, bailando mientras
levantaban las manos en alto y cantaban una canción en un idioma secreto,
único, que ni siquiera Tiden ni la Magia entendían y nunca podrían entender.
Cuando cayó la noche, el orgulloso
Tiden vio como la isla estaba más viva que nunca, recogió a los pequeños
Zindagis, quienes se habían quedado acostados en la playa, rendidos de tanto
jugar, los llevó al sitio en el que descansaban noche tras noche, entonces a pesar de intentar cargarlos con la mayor
suavidad, el movimiento terminó por despertar a Lif, quien al abrir los ojos,
vio con una enorme sonrisa a Tiden y le
dijo:
“Vaya día amigo, nunca me había
divertido tanto como hoy.”
Desde ese momento y hasta el fin de los
tiempos, todas las tardes Tiden, los Zindagi y la Magia, llenos de dicha juegan
hasta el anochecer, incluso algunos días un poco más allá.
Al haber dicho esto, Sigfred vio a la
pequeña Laura, buscando saber si había comprendido el fondo de aquella
historia, Laura, quien tenía lágrimas en los ojos, abrazó fuertemente a su
abuelo y solo se limitó a decirle.
“Me perdonas.”
Él le acarició el cabello, le dio un
beso en la frente y le dijo con toda sinceridad:
“Mi pequeña Zindagi, no hay nada que
perdonar.”
Sin decir nada más, Sigfred la cargó y
la llevó a acostar.
A la mañana siguiente mientras Sigfred
aún dormía, Luisa abrió los ojos con gran alarma al percibir que la pequeña
Laura no se encontraba en la cama con ellos, tan rápido como pudo bajó la
escaleras y entonces vio a la pequeña, quien tenía aún la mirada fija en la
ventana como el día anterior, angustiada se dirigió hasta ella, la tomó del
hombro y le preguntó:
“¿Querida qué haces aquí a esta hora?.”
Laura volteó a ver a su abuela con una
enorme sonrisa dibujada en su rostro, mientras le decía:
“No quiero perderme el momento en que
llegue mi hermano.
Quiero conocerlo para que podamos
jugar.”
A José Emilio y Dana Sofía, con infinito amor.
11 de febrero de 2013
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