Les deseo un fin de semana lleno de éxitos y paz al lado de las personas
que los hacen sentir plenos.
Hoy que escribo la entrada número 100 en este blog, quiero compartir con todos algo muy especial.
A partir de esta entrada les iré mostrando el sitio de trabajo de
algunos compañeros escritores que muy gentilmente me han compartido fotos de
los lugares en los que han plasmado sus historias para poder compartirlas con
nosotros sus lectores.
Además muy gentilmente nos comparten en unas cuantas líneas el porqué
esos espacios son especiales para ellos.
Más antes de dar paso a otros, quiero empezar conmigo, en lo particular
a mi me acomoda más escribir en computadora que hacerlo a máquina o en una
libreta, me parece más rápido y cómodo en las correcciones, sin embargo por lo
mismo he perdido algunas ideas toda vez que las mismas a veces vienen en los
sitios menos oportunos como manejando camino a casa o al trabajo o en alguna
reunión familiar o incluso en el cine o algún otro sitio público, cada qué me
pasa me prometo a mi mismo cargar una libreta o grabarme en el teléfono celular
(móvil para los amigos de España) pero aun no pierdo la pena de ponerme a
hablar de mis historias en público.
El sitio en el que llegó a mí la primera idea de lo que hoy es Para
decir adiós, fue precisamente en el automóvil, iba camino a casa desde el hoy
extinto negocio de rellanado de garrafones por el que incursione sin mucho éxito
allá por mayo de 2011, sin embargo comencé con su escritura hasta meses después.
Tras la fallida empresa y algunos problemas familiares por la ausencia
del suficiente dinero para solventar los gastos mínimos, regresé a la vida en
la burocracia (no es que sea del todo malo pero a veces me cuesta un poco acomodarme
a la rigidez que implica).
Al menos en México y supongo que en otros países de Latinoamérica pasa
lo mismo, las empresas y sobre todo los organismos públicos tienen la mala
costumbre de medir la productividad por el tiempo que pasas en la oficina a disposición entera de ellos y no por los
resultados, aquí le llamamos a eso “horas nalga”, es decir tiempo muerto en el
que tienes que estar sentado en la oficina esperando el cumplimiento de la
jornada a pesar de haber terminado hace
horas con tu trabajo del día e incluso haber adelantado el del día siguiente.
El punto es que como alguna vez me dijo un jefe, “Gobierno no te paga
solo por hacer tu trabajo sino porque estés aquí”, por supuesto la lógica de
aquello es muy discutible, pero en la burocracia no hay lógica que valga.
Más por esas cuestiones mágicas de la vida, en un momento me vi
bendecido por todo lo que había odiado del método de trabajo del gobierno
mexicano.
Tras mi jornada diaria normal de
8:00 a 16:00, para mediados de octubre del 2011 se me informó que tendría que
acudir también a la oficina diariamente por dos horas más por la tarde para
cubrir guardia, fue precisamente en ese
tiempo nocturno de “horas nalga” en que aparecieron para mí las siguientes
posibilidades para hacer frente al tiempo muerto navegar por internet, leer un
libro o por fin ponerme a escribir la historia que traía entre manos desde
hacía unos meses.
De tal forma cada tarde fui escribiendo Las dos Princesas, durante la
guardia en la oficina, ahora sí puedo decir “bendita burocracia”
El sitio en el cual escribí esa obra tan especial para mí, porque fue la
que me permitió pasar de incipiente autor de comics a
incipiente autor literario, es hoy día una cocineta, en una de tantas
remodelaciones que se dan con cada cambio de titular, ese espacio fue modificado
para pasar a ser hoy la cocina de la oficina.
Por supuesto que yo estoy plenamente convencido que para un autor (aún
no me atrevo a llamarme a mí mismo artista) el lugar mágico en el que surgen
sus historias está en su mente y en su corazón.
Saludos afectuosos
Great Superb
ResponderBorrarThank you friend
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