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Este es un espacio creado para tener interacción con todas aquellas personas que se interesen en la novela Para decir adiós: Las dos Princesas, publicada por Editorial Endira, la cual se encuentra a la venta en librerías de México y en todo el mundo mediante Paypal en compra directa aquí en el blog.

miércoles, 14 de octubre de 2015

CAPÍTULO DOS ¿VOLVERÉ A VERLO?




CAPÍTULO 2.


Les deseo un excelente miércoles y les agradezco de todo corazón su visita a este espacio.

El lunes pasado publiqué nuevamente en este blog el capítulo 1 de Para decir adiós: Las dos Princesas, gracias a su amabilidad dicho post es ahora el más visitado dentro de cuanto antes he publicado, es por ello y para que todos los que me hicieron el favor de su lectura puedan dar continuidad a la historia, que hoy les presento el capítulo número dos. Ojala sea de su agrado y puedan regalarme un comentario para ir mejorando, millones de gracias. 



Para los que no hayan leído el capítulo anterior y deseen hacerlo, pueden dar click en la entrada destacada que aparece a la derecha de su pantalla, con la ilustración del Elfo y el hada.

Saludos. 



CAPITULO 2:
¿VOLVERÉ A VERLO?





Todos se encontraban reunidos en la sala, por primera vez en la familia, en vez del usual bullicio, había un incomodo silencio, se preparaba una despedida, tan triste como cualquier partida definitiva en la que de antemano sabes que jamás volverás a ver a un amigo.  

En el centro de aquel grupo, desconsolada, se ubicaba Montserrat, una pequeña de 7 años de edad que intentaba cobrar fuerza para la primer gran despedida de su vida, aquella pequeña no era una niña común, a pesar que ella se esmeraba en repetir que era tan ordinaria como cualquier otra pequeña de su edad, sin embargo Montserrat podía ser todo menos ordinaria, su singularidad no solo era apreciada por sus amorosos padres, como ocurre en cualquier relación que se da entre padres e hijos, sino que en realidad aquella pequeña había sido bendecida con un don muy especial, que incluso es difícil de hallar en aquellas personas que a simple vista pudieran parecer las más alegres, las  más simpáticas, las más bellas  o  las más amables, y es que todo aquel que conocía a Montserrat, quedaba atrapado por aquella pequeña y desde ese momento no podía sino quererla.

La niña tenía una inteligencia especial que le brindaba la sagacidad de un adulto, era noble y amable con todas las personas, atributos que resultan muy difíciles de hallar en un niño de hoy día, e incluso si no la considerarás a simple vista una de las niñas más hermosas del mundo, después de haber charlado con ella unos instantes sin remedio te lo parecía, era una niña delgada y no muy alta, de tez blanca y cabello castaño, el cual normalmente estaba peinado con un esmero especial, su armónico rostro tenía tres pecas que lo hacían singular, una muy pequeña en la punta de la nariz, otra en el centro de la mejilla izquierda y el más  especial en la parte superior derecha del labio inferior, que le daba a aquella pequeña pigmentación una coloración distinta a la del resto de sus delgados labios, lo que hacía parecer como si la pequeña se lo hubiera estado mordiendo nerviosamente.

Pero lo que en verdad hacía a su rostro realmente peculiar, eran sus ojos, no se trataba de unos ojos en realidad muy grandes, pero despedían una intensa luz que normalmente llevaban a cualquiera que era iluminado con su brillo, a un lugar formado de prados de paz y cielos de  dulzura, del cual no se quería regresar.

Sin embargo hoy esos radiantes faros se encontraban apagados, reflejaban una inusual y profunda tristeza que hizo que comenzaran a llenarse de lágrimas, la pequeña quiso hablar, pero las palabras no pudieron surgir, de su garganta lo único que alcanzó a salir fue el llanto, el cual rompió el incomodo silencio, su hermano, mayor que ella apenas por 3 años, no pudo soportar más y dijo:

 “Vamos Montse, es solo un pez, papá puede ir al acuario y te compra otro.”

Y no es que Javo fuera insensible, simplemente aquella era la forma como él había decidido lidiar con el dolor, era un niño bastante más alto y robusto que su hermana, y era el clásico niño que quiere empezar a demostrar que ya no necesita la sobreprotección de sus padres, al fin y al cabo con sus diez años ya era lo suficientemente mayor como para necesitar que mamá y papá lo consolaran, sin embargo, como es de suponerse, esa fachada era solo la  manera en como el pequeño trataba de convencerse que él era demasiado valiente como para dejar escapar unas lágrimas por cualquier mascota, aún y cuando se tratara de la única que habían tenido el y la pequeña Montserrat durante toda su vida y a la cual durante dos años cuidaron con sorprendente esmero y dedicación.

Todo esto lo sabía su madre y quien más si no ella podía entender lo que pasaba en aquellos momentos por las mentes de sus dos pequeños hijos, Javier, su padre, un hombre alto y robusto del cual se veía que Javo había heredado su constitución física, únicamente lo recriminó con una mirada, su rostro adusto engañaba a la mayoría sobre su carácter, se trataba de un hombre alegre y particularmente dulce en todo lo relacionado con Montserrat, a quien le dio un fuerte abrazo y le dijo:

 “Quieres que sigamos aquí o quieres hacer esto sola.”

Montse no dijo nada, solamente le dio un fuerte abrazo, gesto que para su padre significó la respuesta, todos se quedaron ahí, hasta Javo, a quien los ojos comenzaban a ponérsele rojos y solo alcanzó a decir:

 “Una ventana debe estar abierta, me ha entrado una basura en el ojo.”

Nadie comentó nada al respecto, Laura, su madre, tomó a cada uno del hombro y les dijo:

 “Es hora de hacerlo, no te preocupes si no puedes decir nada ahora, lo importante es que se lo dijiste mientras estaba con nosotros.”





Montserrat, quien su menuda figura contrastaba con su fortaleza de carácter, lo intentó de nuevo, pero otra vez lo único que salió de su garganta fue el llanto, ahora fue su madre quien le dio un fuerte abrazo y la condujo hacia la puerta de la casa, llevándola hasta el jardín que se encontraba en el frente, el resto de la familia las siguió, ya ahí, su padre tomó una pequeña pala de jardinería y cuando se disponía a comenzar a cavar, Montse lo interrumpió y le dijo:

 “Papá, por favor quiero hacerlo yo.”

Su voz volvió a tomar la determinación de siempre, su padre ahora solo le puso la mano sobre la cabeza en señal de apoyo y aprobación, no quiso volver a abrazarla por temor a que aquella muestra de protección volviera a tornarla tan vulnerable, Montserrat comenzó a cavar, a pesar de la aparente fuerza que había cobrado, las lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas, cuando cavó hasta donde ella consideró que era necesario, volteó a ver a su padre y luego a su madre a manera de preguntarles si el hoyo de apenas unos quince centímetros era lo suficientemente profundo, ambos asintieron con la cabeza, luego su madre quien llevaba en sus manos un pañuelo dentro del cual se encontraba el pez, se lo pasó a Montse diciéndole:

“Es hora de decirle adiós.”

Laura volteó buscando a Javo para que se acercara para la despedida final pero al verlo notó que las lágrimas ya eran muy evidentes en su rostro, por lo que el pequeño evitaba mirarle, ella no insistió, no quiso avergonzarlo, la pequeña lo depositó en el orificio que había cavado, por tercera ocasión quiso decirle a su amigo adiós, quiso decirle gracias, quiso decirle todo lo que lo había querido, pero nuevamente no pudo, con un gran esfuerzo solo alcanzo a decir:

 “Adiós Colorcito.”

Y se inclinó a llorar sobre el hoyo, Javo no pudo contenerse más y se acurrucó al lado de su hermana llorando sin parar, sus padres no supieron que decirles solo se unieron a ellos en el abrazo que toda la familia se dio, permanecieron ahí por unos minutos, finalmente todos entraron a la casa, excepto Javier que se quedó ahí a terminar de sepultar a Colorcito.

Durante el resto del día nadie comentó nada al respecto, Montserrat se quedó dormida durante gran parte de la tarde, por la noche todos habían bajado a cenar y se encontraban reunidos en la mesa del desayunador que se situaba en la cocina de la casa, esa mañana Laura había pensado hacer unos sándwiches de atún para la cena, pero ahora la idea no parecía nada buena, así que se dispuso a hacer unos hot cakes, el resto de la familia ponía la mesa, al sentarse todos nuevamente se hizo presente el silencio.

Javier sugirió prender la vieja tele de la cocina, pero Laura se negó, nunca permitía que se viera televisión mientras desayunaban, comían y menos cuando cenaban, para ella ese era el momento de la familia, el mejor momento para que todos comentaran como les había tratado la vida durante el día, Javier no insistió y es que al igual que Montserrat, Laura tenía una fuerza de carácter que también contrastaba con su constitución física, también era de cabello castaño, el cual llevaba perfectamente peinado en una coleta a cuyo cuidado le dedicaba varios minutos de la mañana, Javo insistió en la solicitud de su padre, le parecía una buena idea distraerse viendo las luchas para no pensar en todo lo ocurrido en la mañana, pero Laura le lanzó una mirada, de la cual el pequeño conocía el significado y era con la cual acababa cualquier conato de discusión en esa casa, entonces Laura encaró la situación que tanto Javier y los niños habían buscado evadir durante el transcurso del día, y les dijo:

 “Quisiera que antes de cenar le dedicáramos unos minutos a Colorcito, yo empezaré, quiero que sepan que fue muy feliz a su lado, que le dieron todo el amor que pudieron y el siempre lo supo.”

Javo sonrió y dijo:

 “Recuerdan el susto que nos dio el día que quedó atrapado en el filtro.”

 “Sí.”

Respondió, Javier, añadiendo:

“Nadie se animaba a sacarlo de ahí por miedo a que pudiéramos lastimarlo y recuerdan como golpeaba la pecera  para decirnos que ya le perecía muy chica.”

 Laura agregó:

“No debimos haber esperado a que el la golpeará para darnos cuenta que esa pequeña pecera ya no le era suficiente.”

Así durante un rato recordaron varias anécdotas, como la llegada de Colorcito a su hogar o como durante la mudanza, cuando todos bajaron emocionados a conocer la nueva casa, la pecera se les olvidó en un rincón del camión, del cual el chofer al pensar que se había bajado todo, se puso en marcha llevándose con él al pequeño pez o la que más hizo reír a la familia fue aquella cuando Laura salió unos días de viaje y al regresar enfrentó un repentino arranque de furia por encontrarse con la casa en pleno desorden, incluida la misma pecera la cual se encontraba excesivamente sucia, por lo que Laura terminó corriendo a todos los miembros de la familia, incluido Colorcito.

Todos fueron contando tantas anécdotas como se pueden tener con un pez, todos excepto Montserrat, lo que resultaba bastante extraño ya que evidentemente ella era quien más había querido o mejor dicho quería, al pez japonés, al que ella misma había puesto por nombre Colorcito, hasta que de pronto y sin aviso, su silencio fue roto por una pregunta que retumbó como un trueno que caía directamente a mitad de la cocina:

“¿Volveré a verlo?”

Ni Javier, ni Laura supieron que decir, veían los hermosos ojos de Montserrat sin encontrar la respuesta adecuada, eran una familia que le daba gran valor a la verdad, y no querían responder una pregunta como esa con una respuesta vacua, sobre todo cuando se trataba de algo sobre lo que ni ellos en verdad conocían la respuesta, por lo que ante el involuntario silencio de sus padres Montserrat insistió:

“¿A dónde van los peces cuando mueren?”

Sus padres nuevamente buscaban la mejor respuesta, cuando fueron momentáneamente salvados por Javo, quien dijo pleno de seguridad:

“Pues por supuesto al cielo de los peces.”

Ambos le dirigieron una gran sonrisa al pequeño por haber encontrado  la respuesta que ellos no quisieron decir, pero que ambos consideraron adecuada en aquel momento, y justo cuando habían creído que habían terminado los efectos de aquella pregunta que pareció un trueno, Montserrat formuló otra que pareció un sismo de más de 9 grados:

“¿Entonces cuándo yo muera, no  lo podré volver a ver?”

Javier y Laura quedaron conmocionados con aquella interrogante, y es que a pesar  que durante todo el día el concepto de la muerte se había hecho presente en su hogar, por mucho que se le quisiera a Colorcito,  una cosa era hablar de su ausencia y otra muy distinta era dejar entrar en sus mentes la muerte de su adorada Montserrat.

El silencio ahora fue más prolongado, Javier y Laura se voltearon a ver, ambos tenían la esperanza de que el otro encontraría la respuesta adecuada, pero no fue así, luego voltearon a ver con una mirada cómplice a Javo, esperaban que este salvara nuevamente la situación, pero ahora hasta el inquieto pequeño estaba intrigado y expectante de la respuesta de sus padres, Laura fue la primera que quiso decir algo pero a pesar de haber entendido la pregunta, como alguien que intenta ganar tiempo,  solo alcanzó a balbucear:

 “¿Cómo hermosa, no entiendo a qué te refieres?”

Montserrat quien no se percató del efecto que había tenido su pregunta, prosiguió con toda seriedad, con la intención de establecer con toda claridad a donde quería llegar con sus cuestionamientos:

 “Si dicen que Colorcito ira al cielo de los peces, entonces ¿cuándo yo muera no lo volveré a ver?, o ¿Puedo ir yo  al cielo de los peces?”

Nuevamente reinó el silencio, Montserrat siguió con sus preguntas sin notar en el aprieto que había puesto a sus padres, añadiendo:

 “¿Ahora que está en el cielo de los peces quién lo va a cuidar, quién le va a dar de comer?”

Ahora fue Javier el que respondió a la pregunta de inmediato, sin pensar en lo que vendría después:

“Ahora el no necesita que lo cuiden, el cuida de nosotros, porque quienes están en  el cielo cuidan de los que estamos todavía aquí.”

Montse meditó un poco sobre las palabras de su padre, les dirigió una mirada y les lanzó la última bomba:

“Entonces quisiera morir para estar en el cielo, así podría cuidar de todos ustedes porque no quiero que nunca mueran.”  

Rompiendo después en llanto.

Ni siquiera Laura pudo con eso y ante la idea de la muerte de Montserrat, echó a llorar abrazada de su hija, nadie supo que decir.

Fue el muy triste final de un muy triste día.

11 comentarios:

  1. Me encanta, casi lloré con lo que sintió Montse al perder a colorcito, la muerte de una mascota es tan dolorosa como la de un humano en mi opinión. Tu estilo de narración es impecable, se lee muy rápido y fácil. Excelente trabajo, felicitaciones. Un abrazo desde Colombia!

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    1. Millones de gracias por tus palabras, comentarios como el tuyo me animan enormemente a seguir escribiendo con más pasión, saludos hasta el único lugar del mundo en el que podía haber nacido el realismo mágico.

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  2. Que hermosa..es poco decir....wuuuuoooo!! Felicidades yo soy muy sencible jeje y hiciste que rodara una lagrima es una historia super linda gracias por aver compartido tu talento y tu magia y lo bello de tu corazon un enorme saludo y abrazo con el devido respeto ����☺️��
    Ate,R.CH.

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    1. Mil gracias por tus hermosas palabras, me alegra que la historia te hiciera llorar jajajaja, no es crueldad sino que me alegra el despertar emociones con mis narraciones sobre todo las mismas emociones que yo sentí al escribirlo. Abrazos

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  3. Muchas gracias por tu amable cortesía
    querido amigo...tienes un agudo ingenio de la narrativa...
    Salen , la emoción , lágrimas y agradecimiento....
    Un abrazo...cordial

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    1. Muchas gracias a ti por el invaluable regalo de tu tiempo, escribo para compartir y me llena de alegría el escuchar que la narración te haya agradado. Saludos

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  4. Buenas, estoy atónita. Has descrito el físico y la personalidad de Montse y es idéntica a una persona que conozco, que a su vez tiene un hermano mayor que se comporta igual. Me has llenado de emoción, ya que soy muy sensible. Y de asombro por lo que he leído. Anhelo el próximo capítulo. Megabesazos.

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    1. Muchas gracias por tus generosas palabras. Es curioso lo que me pláticas porque el personaje de Montse esta basado en dos personas, el físico es totalmente descripción del de una de ellas y el carácter si es una mezcla de ambas, por si fuera poco la persona en la que se basa el físico del personaje también tiene un hermano mayor. Abrazos

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  5. Muy emotivo, excelente narrativa, no debes dejar de escribir.
    Un abrazo cordial

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  6. Muy emotivo, excelente narrativa, no debes dejar de escribir.
    Un abrazo cordial

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