Bienvenidos
nuevamente al blog de mi novela Para decir adiós: Las dos Princesas, es un
placer enorme recibirlos.
Hace
unos días publiqué una entrada dedicada a todos los artistas que nos dejaron en
el pasado 2016, individuos que con su hacer tocaron la vida de millones de
personas, de entre todos ellos voluntariamente omití a uno, que al menos en
México y gran parte de Latinoamérica, marcó con su música el día a día de miles
y miles de individuos que lo hicieron participes de la banda sonora de sus vidas, señalo que dicha omisión fue a propósito puesto que quería dedicar a él una entrada especial.
Me
refiero a Alberto Aguilera, mejor conocido como Juan Gabriel, un músico
mexicano, oriundo del Estado de Michoacán, pero avecindado en la fronteriza
Ciudad Juárez del norteño estado de Chihuahua, que con sus pegajosas melodías
incluso llegó a cantar en dos ocasiones en el máximo recinto mexicano del arte,
el Palacio de Bellas Artes, desatando la furia de los intelectuales más
recalcitrantes.
Juan
Gabriel, como la gran mayoría de los ídolos populares mexicanos, surgió “de la
cuna más humilde”, parafraseando a otro gran compositor mexicano José Alfredo Jiménez,
vivió una difícil infancia en la que además
de las carencias económicas sufrió el desprecio de su propia madre quien lo
alejó del seno familiar, para cuando retornó a él siguió sufriendo del
desprecio de los suyos, encausando su dolor en la música, por lo que desde muy
joven comenzó a depositar en ella todo el arte que traía en su interior y que
le permitió convertirse en uno de los más grandes ídolos en México.
Un
hecho sumamente importante a destacar para relatar el fenómeno de Juan Gabriel
en México, es una característica intrínseca en él, que a pesar de que no
debiera importarle a nadie, dada la idiosincrasia mexicana es un acontecimiento
sui generis. Para gran parte del resto del mundo los mexicanos somos vistos
como los rancheros bigotones que llevan una pistola en la cintura, el México bárbaro,
ese mismo México macho que adoptó como su máximo ídolo musical a un gay.
A
pesar que Juan Gabriel nunca habló abiertamente de su preferencia sexual, está
era evidente, al grado que al ser cuestionado por la prensa al respecto, el con
sarcasmo y simpatía manifestó:
“Lo
que se ve, no se juzga.”
Su estatus de ídolo permitió que la frase anterior
incluso se haya convertido en México en una frase usada popularmente para
manifestar aquello que es obvio.
Los
machos mexicanos, rindieron sus prejuicios ante el tremendo arte del divo de Juárez,
y eso es un hecho realmente sin precedentes. El que en un país con tantas telarañas mentales, en el que aún se hace diferencia entre personas por sus preferencias sexuales, en el que aún se cometen crímenes de odio por no respetar la libertad sexual de los individuos, se admirara de tal
manera a Alberto Aguilera, sin lugar a dudas habla de la grandeza de su música y
de la aceptación que tuvo su carrera artística, sin temor a equivocarme puedo decir que no hay
mexicano que no haya cantado alguna de sus canciones.
Otro
hecho que deja de manifiesto su grandeza es la forma en que fue adhiriéndose en
el gusto de cualquier estrato social, Juan Gabriel comenzó siendo un ídolo netamente
popular, que era ninguneado y mal visto por las clases acomodadas o por la
gente de gustos “cultos” sin embargo a medida que su carrera avanzaba, sus
canciones fueron permeando en el gusto de todos, hasta llegar a ser considerado
el máximo compositor mexicano contemporáneo, para cuando cantó por primera vez
en el Palacio de Bellas Artes la molestia de los grupos intelectuales fue
enorme, para ellos era una blasfemia que un cantante de música popular estuviera
en el foro de las artes, sin embargo en la segunda ocasión que se volvió a
presentar en dicho recinto todos se habían rendido ante su arte.
El
primer contacto que personalmente tuve con la música de Juan Gabriel, fue
gracias a mi querida Apolonia, quien hizo el favor de cuidarme en mi niñez y
quien también me presentó los primeros cómics de Kalimán que tuve oportunidad
de leer, mientras me cuidaba ella tarareaba y cantaba las canciones de Alberto
Aguilera que escuchaba por la radio, junto con las de su otro ídolo del
momento, el en ese entonces niño cantante, Pedrito Fernández.
Posteriormente
recuerdo que mi padre, un fanático de la música, adquirió alguno de los
primeros LP´s de Juan Gabriel y de ahí en adelante, él y mi madre se hicieron
fervientes seguidores de su carrera.
En
dos ocasiones tuve la oportunidad de presenciar un espectáculo en vivo del divo
mexicano, en la primera de ellas, en la plaza central de Tuxtla Gutiérrez, en
la celebración de un 16 de septiembre, la respuesta de la gente ante sus
canciones era en si un show apoteósico.
En
la segunda fue en un “Palenque de gallos”, para todos los que me hacen el favor
de leerme y no son mexicanos, les comento que en las ferias ganaderas es
tradicional que se presenten espectáculos de peleas de gallos en un recinto
parecido a una pequeña plaza de toros, al terminar el inhumano espectáculo,
usualmente se presenta el show de un artista.
En
la citada ocasión fue tan entretenido ver el propio espectáculo del cantante y escuchar la
música de Juan Gabriel por casi tres horas, como el poder ver como los “rudos”
galleros y “bravos” ganaderos, hombrones de tupidos bigotes y ropa vaquera,
bailaban y coreaban sin inhibiciones la música de Alberto Aguilera.
Entre
mis canciones favoritas del gran Juan Gabriel, está “La diferencia” de la
cual comparto la letra:
“Aunque
malgastes, el tiempo sin mi cariño
Y
aunque no quieras, este amor que yo te ofrezco
Y
aunque no quieras, pronunciar mi humilde nombre
De
cualquier modo, yo te seguiré queriendo
Yo
se que nunca, tu querrás jamás amarme
Que
a tu cariño, llegué demasiado tarde
No
me desprecies, no es mi culpa, no seas mala
Porque
tú eres, de quien yo quiero enamorarme
Que
daño puedo hacerte con quererte
Si
no me quieres tú, yo te comprendo
Perfectamente
sé, que no nací yo para ti
Pero
que puedo hacer, si ya te quiero
Déjame
vivir de esta manera
Que
yo te quiero tal y cual sin condiciones
Sin
esperar que un día, tú me quieras como yo
Consciente
estoy mi amor, que nunca me querrás
Tal
vez mañana, yo despierte solo
Pero
por el momento, quiero estar soñando
No
me despiertes tu, no ves que así yo soy feliz
Consciente
estoy mi amor, que no eres para mí
No
hay necesidad que me desprecies
Tu
ponte en mi lugar, a ver que harías
La
diferencia, entre tu y yo, seria corazón
Que
yo en tu lugar... que yo en tu lugar...
Si......si te amaría.
Si
no han tenido oportunidad de escuchar su música, les recomiendo las siguientes melodías
además de la antes mencionada, quizá al escucharlas ustedes como cada uno de
los mexicanos queden rendidos también ante la música de Juan Gabriel.
“Ya
lo sé que tú te vas.”
“Hasta
que te conocí.”
“Abrázame
muy fuerte.”
“Se
me olvidó otra vez”