Muy
buenos días miles de gracias por la generosidad de su visita a éste espacio, si
todo sigue como está previsto en unas
pocas semanas (finales de febrero o inicios de marzo) tendré por fin la
posibilidad de ver un anhelado sueño cumplido, tener la versión impresa de Para
decir adiós: las dos Princesas en mis
manos.
Más
allá de la aceptación y el resultado de ventas que pueda tener mi obra, el
llegar a esta parte del camino constituye para mí un verdadero éxito de
perseverancia y amor por una tarea pero sobre todo un verdadero y arriesgado
salto de fe.
Les
platico que en mi familia siempre hemos hablado de llevar el estigma de la decidía
como una pesada carga, por ejemplo en mi niñez y juventud inicié clase de tenis, tae kwan do, beisbol,
pintura, guitarra, futbol americano e incluso la carrera de medicina, y en cada
ocasión las abandoné a pocos meses de su inicio.
Muchas
de las importantes tareas emprendidas en mi años de juventud fueron abandonadas
al cabo de poco tiempo, solo por la decidía, aún recuerdo muy bien una mañana
de verano en la que me encontraba tirado en cama viendo por la televisión las
competencias olímpicas de Los Ángeles 1984, cuando mi madre entró en el cuarto
y nos dijo a mi hermanos y a mí.
“miren
a esos jóvenes exitosos que están compitiendo, ustedes nunca harán algo así en
su vida porque se la pasan tirados viendo televisión.”
Dada
mi juventud, tenía en ese entonces 9 años, tomé aquello de forma negativa pensando
en la falta de confianza que mi madre depositaba en nosotros sin darme cuenta
de que sus palabras eran una arenga para sacudirnos el tedio y la conformidad
en la que estábamos, desgraciadamente me di cuenta de eso muchos años después.
Ya
en la edad adulta, acabando de pasar los treinta tuve la fortuna de abrir un
pequeño negocio de renta de películas en formato DVD, que dado el auge temporal
de dicho medio, me permitió cubrir mis necesidades básicas sin mayor esfuerzo,
por lo que contraté a alguien que lo atendiera durante toda la semana dedicando
por mi parte a su cuidado únicamente los fines de semana y días festivos.
Lo
lógico ante aquella buenaventura hubiera sido el seguir con mi trabajo de
abogado de lunes a viernes, pero me convencí de que ese era el momento de
perseguir mi antiguo sueño de hacer una historieta, así que poco a poco fui
abandonando el despacho jurídico que tenía con mi padre - el cual vale aclarar que tras su muerte se
había visto en una crisis tremenda dado a la falta de confianza que la mayoría de
los clientes tenían en mi- hasta que
finalmente lo cerré para dedicarme aparentemente a mi sueño.
El
punto es que no perseguí lo que anhelaba con total empeño, ni continué con un
trabajo que me permitiera hacerme de un patrimonio que me brindara una mediana
tranquilidad para el futuro, por lo que terminé por no consolidar la
publicación del cómic que estuve haciendo durante años y tras la caída del
formato del DVD teniendo también que cerrar mi negocio y quedándome sin mi
principal medio de manutención.
Para
ese entonces ya me había comprometido económicamente con la compra de una casa y
el crédito bancario no esperaría por mí, así que tuve que buscar algo a lo que erróneamente
me había negado toda mi vida, a ser un burócrata que trabajara para una
dependencia gubernamental.
Según
yo dejaba atrás mi independencia para trabajar con los “malos” del gobierno,
pero mi situación era desesperada, en 2009 comencé a trabajar para el sistema carcelario
en Chiapas, en el área de preliberaciones, al cabo de unas semanas me di cuenta
de que aquello no era malo, si no dejaba atrás mis principios, así que para
cubrir mis necesidades primarias abandone mis sueños y me dediqué durante dos
años a trabajar con esmero en ese lugar en algo que no era del todo
satisfactorio para mi, al tener que concentrarme en leer expedientes
en los que se narraba lo más bajo a lo que puede llegar el ser humano.
Para
el verano de 2011 por un imprudente arranque de dignidad renuncié a mi trabajo -para
ese entonces ya había nacido mi primer hijo- y me vi en una de las épocas económicamente
más difíciles de mi vida, sin empleo mi familia sobrevivió las primera semanas
gracias a la ayuda de mi madre y de su hermana, lo poco que yo había logrado
ahorrar lo gasté en la promesa de un nuevo negocio que prometía un boom económico,
un “centro de llenado de agua purificada”
por distintas razones el negocio no funcionó a pesar de que creo haber
puesto todo mi empeño en eso, sin embargo esa difícil época me regalo algo
entrañable, un día, de camino al sitio en el que se encontraba el expendio de
agua y tras una plática sostenida con mis sobrinos Montserrat y Luis surgió en
mi la idea primigenia de lo que a la postre sería Las dos Princesas.
Montse
y Luis acababan de perder a sus mascotas y la angustia de lo que sentían hizo
surgir en mí el primer esbozo de la narración que muy pronto estará publicada,
era muy diferente a lo que terminó siendo y estaba pensada como un cuento corto
de no más de 60 u 80 páginas pero fue el inicio de algo que por primera vez en
mi vida no soltaría hasta verlo concluido.
Tras
los difíciles días, para septiembre de 2011 comencé a trabajar en el Poder Judicial
de Chiapas, por fin había aprendido de mis errores, así que con una cierta estabilidad
económica proporcionada por un sueldo fijo, a la par lucharía por mi sueño artístico.
En los ratos libres en los que mis compañeros de oficina utilizaban para el desayuno
o refrigerio, yo los usaba para ir escribiendo la historia de las dos
princesas.
En
el transcurso de las tardes de guardia en las que el trabajo prácticamente desaparecía
yo lo dedicaba a seguir con mi narración, de tal manera la historia que nació
como un cuento corto fue creciendo y tomando vida propia hasta convertirse en
una novela de más de trescientas páginas.
Irónicamente
a pesar de encontrarme en una época de estabilidad laboral también lo fue una de gran
inestabilidad emocional, las épocas difíciles habían dejado sus secuelas en mi
matrimonio y con ello grietas en lo que antes era algo inquebrantable.
En
esos primigenios meses de estar escribiendo los primeros capítulos de Para
decir adiós, terminé por herir emocionalmente a una de las personas más
especiales en mi vida, por más que yo justificará mis actos la realidad es que
traicioné su confianza y la lastimé, me herí a mí mismo y terminé por implicar
a otra persona que me había brindado su confianza y amistad, al confundir sus sentimientos
hacía mí y a la que con todo ello también terminé por hacerle daño.
Sorprendentemente
todo ese cumulo de emociones no solo tuvo repercusiones negativas en mi vida
sino que también tuvo sus consecuencias para la narración y vi en ella una
forma de exorcizar mis culpas, ahora a la distancia sé que sin vivir todo eso,
no habría tenido la fuerza para vencer a mi decidía y lograr concluir con la
novela.
Decidido a no detenerme ahí, realicé los requisitos
necesarios para los registros autorales, la imprimí en una versión casera y la
regalé a mi familia, convencido de que en los siguientes meses buscaría una
editorial que me brindará la oportunidad de compartir mi obra con otras personas.
Después
de mucho tocar puertas logré llegar a Endira Editorial y tras un año de trabajo
de edición, Para decir adiós está más cerca que nunca de ver la luz.
Es
por ello que pase lo que pase a partir de ahora, para mí el vencer a tantos
demonios internos a través de ella, constituye ya un triunfo en mi vida.
Para
terminar solo puedo decirte que si tienes un sueño te aferres a él sin dejar de
considerar también que siempre deberás permanecer con un pie sobre la tierra.
Hola J. F lindo: ante todo ¡FELICITACIONES! Ser leal al don venciendo las adversidades, y trabajando en lo que sea, es el recorrido seguro al éxito. Ya ves cómo las palabras son tus herramientas necesarias para cualquier gestión existencial. No las descuides jamás.
ResponderBorrarFuerte abrazo ¡GANADOR!