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Este es un espacio creado para tener interacción con todas aquellas personas que se interesen en la novela Para decir adiós: Las dos Princesas, publicada por Editorial Endira, la cual se encuentra a la venta en librerías de México y en todo el mundo mediante Paypal en compra directa aquí en el blog.

viernes, 11 de marzo de 2016

Tonto y absurdo amor






Bienvenidos al blog de Para decir adiós: Las dos Princesas, les deseo que tengan un excelente fin de semana en compañía de las personas que los hagan sentir especiales.

El amor puede ser enorme, tierno y reconfortante, pero en algunas ocasiones incluso puede llegar a ser ridículo.

¿Alguna vez has cometido un acto absurdo por amor?

Sería ideal que pudieras platicarnos tu anécdota, por mi parte les comparto un suceso, que con el pasar de los años, cada que lo recuerdo me trae una sonrisa.



Este ocurrió en mi primer año de Universidad, cuando acababa de dejar la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, para mudarme a la enorme ciudad de Monterrey, Nuevo León, la cuarta más grande de México.

Mis intereses siempre se decantaron por un aspecto más artístico que por uno científico, desde los cinco años comencé a realizar mis primeros cómics y a inventar personajes y un mundo de fantasía, sin embargo a esa edad tuve la impertinente ocurrencia de decirle a mis abuelos que quería ser Médico, tal como lo eran ellos, desde ese momento me vi presionado, más por mí mismo, que por mis padres, para no fallar a mis abuelos en aquella “promesa”.

Así que sin mucho convencimiento propio de por medio, logré acreditar los exámenes para ingresar a la prestigiosa Universidad Autónoma de Nuevo León, una de las mejores escuelas de medicina de México.

Así que renegando internamente día a día por mi falta de valor para haberle aclarado a mis padres que ya no deseaba estudiar medicina, trataba de llevar los cursos de ese primer año lo mejor que pudiera.

Además de mi falta de pasión por la medicina, las exigencias de la escuela eran bastante pesadas, empezaba clases a las 6:00 de la mañana por lo que tenía que salir a las 5:00 diariamente, para tomar primero el metro y luego un camión que me transportaría hasta la facultad, en donde permanecía hasta las ocho de la noche.

En una de esas raras tardes en que el maestro de un laboratorio faltó pude salir horas antes por lo que tomé el transporte público en dirección al departamento que compartía con mi hermano y un amigo suyo.

En el trayecto olvidé totalmente el cansancio cuando vi subir al camión, y no exagero, a una de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida, basta decir que puedo describirla como si fuera Mónica Bellucci, pero a los 18 años.

La que seguramente era una estudiante de Arquitectura o diseño grafico, por los materiales que llevaba consigo, se sentó en la primera fila del camión, yo me encontraba filas atrás y sobre la otra columna de asientos por lo que la vista que tenía de ella era perfecta. 

Mientras avanzábamos por las calles de la industriosa ciudad de Monterrey, yo me encontraba cada vez más embelesado por la presencia de aquel ángel terrenal, mientras en la radio el operador del vehículo llevaba a todo volumen los éxitos, de la entonces aún viva, Selena Quintanilla. 




A pesar de encontrarme totalmente embrutecido, me percate que habíamos llegado al sitio en el cual yo debía descender, pero entonces tuve la genial idea, como si me tratará de un vil acosador, de seguir  a bordo del camión, para ver en donde sería el sitio en el que lo abandonaría la etérea joven.

En mi mente, hice el plan de descender, acercarme y conversar con ella, para después vivir felices para siempre, sin embargo el momento de llegar a su destino finalmente se dio y la chica descendió.

Como un verdadero idiota, yo me quedé a bordo del camión, viendo como la chica se alejaba caminando por las calles para despedirse de mi vida para siempre, sobra decir que en ese momento me encontraba varios kilómetros adelante del lugar donde  debería haber descendido, por lo que entonces tuve otra de las más “brillantes” ideas que he tenido en mi vida. 

En mi lógica el camión, que para ese entonces ya circulaba por las afueras de Monterrey, en algún momento debía dar la vuelta y retornar  en sentido contrario por la avenida Garza Sada, con lo cual yo podría descender en el mismo lugar en el que originalmente debería haberlo hecho.

Sin embargo lo que mal empieza, mal acaba, poco a poco vi como iban descendiendo todos los pasajeros hasta que solo quedé yo, de repente el camión se desvió para tomar un camino de terracería en total obscuridad.
Debo confesar que en ese entonces ya temía por mi integridad física y por mi misma honra, entonces me armé de valor y le pregunté al conductor si daría vuelta.

El chofer me dijo con su acento norteño.

“No te había visto morro*, ya estoy llevando a guardar el camión, ya se me acabó el turno”

Afortunadamente el buen hombre se compadeció de mí y me acercó nuevamente a la civilización, en donde tuve que esperar varios minutos para poder tomar otro camión que me llevara, algunas horas después, hasta el lugar en el cual debería haber descendido si hubiera tenido cordura y no hubiera cedido a mis sueños románticos. 

¿Y ustedes que actos ridículos han cometido por amor?

*término usado en el norte de México para referirse a alguien joven.


4 comentarios:

  1. Amigo J.F.Dominguez debo admitir que la simpatia con que cuenta cada historia es increible...gracias por haberme hecho sonreir, admiro su dedicacion, gracias nuevamente.

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  2. Muy lindo gracias por compartirlo magica noche bsos

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